El gato Bengalí

Foto de un gato bengalí

Quien convive con un gato bengalí no sabe muy bien si lo hace con un felino o con un perro. La actitud del bengalí es similar a la de un perrito faldero, siguiendo a su amo por toda la casa y buscando constantemente aprobación y caricias a partes iguales. Si su amo no está, se pasan horas rastreando los rincones para dar con él y, cuando éste regresa, suele estar esperándole a la puerta.

Es más: en algunos casos, la forma de jugar con el amo es muy similar a la de los canes: lancémosle una bolita de papel al otro extremo de la habitación. Irá, la tomará entre los dientes y nos la traerá en busca de más diversión.

Adorable a primera vista

Por lo que respecta a la forma de interactuar con otros animales, son terriblemente amistosos, aunque no sean congéneres. Si estamos pensando en adquirir un compañero para nuestra mascota, un bengalí es una opción fantástica: cuando llegue a casa, pueden ocurrir dos cosas: los más tranquilos salen, tal cual, del transportín y comienzan a ronronear y a buscar mimos y carantoñas. Una actitud que los más desconfiados adoptarán en apenas tres o cinco días, como máximo. Puede pasar que, recién encontrado con el resto de los gatos de casa muestre cierta hostilidad. Calma. Es normal y en un par de días será el alma de la fiesta.

Cariñosos, mimosos, juguetones y… curiosos: les encanta investigar y descubrir su entorno. Cuidado, eso sí, con las bolsas de la compra: por algún extraño motivo creen que siempre hemos comprado algo para ellos y, lo hayamos hecho o no, son unos auténticos glotones. Por tal motivo, si se muestra falto de apetito, preocupémonos y llevémoslo al veterinario.

Un último apunte sobre esta raza: se les puede sacar de paseo con un arnés o incluso libres… decíamos que se parecen en mucho a los perritos falderos, y no nos equivocamos.

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