Lhasa apso, el perro del Tíbet

Lhasa apso

 

Este chiquitín lleva el nombre de la ciudad sagrada del Tíbet dado que es de allí de donde proviene. Es un perro pequeño, de no más de siete kilos y veintiocho centímetros de estatura, bien equilibrado y con un pelaje muy abundante. De tonos que incluyen el miel, el dorado, arena, gris, blanco…

 

En su ciudad de origen se le conoce como “Abso Seng Kye”, más o menos traducible como “Perro León Centinela”. En el Tíbet se les considera perros sagrados, mensajeros de la paz y la felicidad y encargados de la vigilancia interior de templos y monasterios. Las primeras noticias sobre la raza llegaron a Europa de la mano de unos exploradores británicos, desde donde, a partir de 1920, comenzaron a extenderla por todo el mundo.

 

Activos. Longevos. Sagrados.

 

De naturaleza muy vital, inteligente, activa y alegre, el Lhasa Apso le encanta jugar y moverse por todos los rincones de la casa. Son también prudentes con los extraños y están siempre alerta, atentos al más mínimo cambio, lo que los convierte en unos fenomenales guardianes, fuera incluso de los templos cuya custodia tienen encomendada. Deseosos de la compañía de sus amos, se adaptan muy bien a vivir dentro de las casas.

 

Cabe añadir que el Lhasa Apso es una raza con una esperanza de vida muy alta. La media de edad de estos canes se sitúa en los quince años, si bien no tiene nada de extraño dar con ejemplares de edades por encima de los dieciocho.

 

Dos anécdotas, para terminar: una leyenda, más o menos fundamentada dice que esta raza es capaz de predecir las avalanchas en la montaña y, como ya hemos dicho, en el Tíbet, algunos ejemplares se crían como a perros sagrados, ya que se cree que son la rencarnación de lamas que no han alcanzado el Nirvana.

 

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